Amar, más que un sentimiento es una decisión. Se ama lo que se tiene pero es aun más hermoso cuando se ama lo abstracto, lo que aun no es. Posiblemente muchos confunden deseo con amor, pero el amor va más allá que el querer de un rato, es la necesidad de lo eterno. Solo el corazón sabe a quien se entrega, por encima de la razón y la lógica. En la entrega no existe ideología, ni miedo que la impida. Después de todo, como dijo Mario Benedetti, “muere lentamente quien se priva de una pasión”. El peor enemigo del amor es el miedo. El miedo a perder la libertad, miedo al rechazo o el miedo al sufrimiento por un amor no correspondido.
La libertad para muchos, es el regalo más preciado que nos da la vida, y luchamos día a día contra todo aquello que no las quiera quitar. Nos han ensenado que amar te ata, mas yo he comprendido que amar te hace libre. Lo descubrí no hace mucho en un fugaz encuentro de miradas en un elevador. Quedé cautivada con la mirada de aquel fascinante extraño, en la cual divisé la posibilidad de una libertad absoluta, sin límites, sin miedos y sin prejuicios. Entonces entendí las palabras de un gran escritor que dijo que el verdadero amor, está en tener lo que se quiere para siempre, sin haberlo poseído jamás. Suena aterrador, pensar que por perdí el control, pero fue maravilloso. Jamás me había sentido tan viva, tan humana ni tan libre.
Ese egoísmo que cultiva nuestra libertad por encima de todo, se interpone también para evitar la posibilidad de ser rechazado, y subsecuentemente sufrir las terribles calamidades del único mal que no tiene remedio: un corazón roto. Sin embargo, aquel día, ese miedo se desprendió de mí y me regalo la oportunidad de una larga e inesperada conversación. Entre versos de Joaquín Sabina y risas de descaro comprendí que su sonrisa ante mi debilidad me hizo más fuerte para creer que esta bien si las cosas no salen como espero. Sería mas el sufrimiento si al mirar atrás, descubro que nunca intenté lo que aún no se dio. Me he dado cuenta que desde ese día soy más vulnerable, más sentimental, más sensible, más estúpida, más risueña y menos entregada a mis miedos. Descubrí lo rico que se siente caminar en el aire, reírle al viento, cantarle a la vida y soñar la continuidad de la historia que se quedó en suspenso.
Después de los puntos suspensivos en que ha quedado nuestro libro, se podría decir que estoy más propensa que nunca a sufrir. Sin embargo, la libertad que descubrí al amar, me ha enseñado que soy yo la que termina de escribir la historia, y que si no tiene final, hay que ponerse creativos. No sé si nos volvamos a encontrar, desconozco si nuestros destinos se entrelazarán más allá de unos simples versos del Maestro Sabina. Solo sé que aunque nunca sea mio, lo recordaré como la más bella de las melancolías. El final está inconcluso, y quero soñar que, quizás por breves momentos, mientras escucha a Gustavo Cerati recuerde cuando le dije con travesura: “sin descaro no hay diversión.” Quiero soñar que me quería tanto como yo a él, pensar que ocupo un oculto rincón en su espíritu apasionado y libre, porque aunque nunca lo sabrá, el día que lo vi, lo amé.
Cuando aprendí a amar, como Pablo Neruda, “a sangre y fuego”, entonces pude ser libre. Cuando amé, solté mi egoísmo, mis miedos y mis prejuicios, dejándome seducir por la arriesgada dimensión de lo imposible. Cuando amé, me deje llevar, me lance al vacío, y aún no he terminado de caer. Cuando deje de amar, habré llegado al fondo del precipicio, entonces moriré, porque cuando aprendí a amar, fue que comencé a vivir.
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