martes, 12 de marzo de 2013

Miel


“Es obvio que le atraigo. Pero también le repelo. Y viceversa. Por eso somos el uno para el otro y por eso no pasa nada.”— Alberto Fuguet

No estaba segura si alguna vez estaría segura. Me sospechaba que se trataba de algo así.  Nunca pensé que pudiera experimentarlo. Siempre me parecieron cuentos. Entonces, un buen día, finalmente me di cuenta que hace tiempo me haces padecer de ese mal, y yo ni cuenta. Me lo habían advertido, me habían dicho que tu mirada era venenosa, y que tus escasas sonrisas hechizaban. Yo subestime tus encantos, me aferre a la fuerza que hoy me quitaste. Adrenalina, pulso acelerado, un nudo en el estómago, esa sensación de salir corriendo y huir de ti, acompañada de la histeria de querer besarte hasta la voz. No tuviste que hacer nada, ni mirarme siquiera, caminar cerca de mi  bastó. Entonces, mientras con ternura torpe te contemplaba con la sigilosidad de quien no quiere ser descubierta me di cuenta de una vez y por todas que estoy enamorada de ti. No te ilusiones, prometo curarme pronto. Es solo que jamás pensé que alguien con solo estar me hiciera sentir el mundo de cabeza. Que sensación bonita, y que peligrosa. Atentas contra mi orgullo, amenazas mi libertad y abres la puerta de la vulnerabilidad. No te voy a negar que me aterras, pero realmente me gusta la idea de sentirte así, tan mío, aunque nunca te tendré. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario